La personalidad está formada por una
serie de características que utilizamos para describirnos y que se encuentran
integradas mediante lo que llamamos el yo o “sí mismo” formando una unidad
coherente. Entre estas características se encuentra lo que en psicología se
denominan rasgos (como agresividad, sumisión, sociabilidad, sensibilidad…);
conjuntos de rasgos (como extroversión o introversión), y otros aspectos que
las personas utilizan para describirse, como sus deseos, motivaciones,
emociones, sentimientos y mecanismos para afrontar la vida. Es decir, la
personalidad es la forma en que pensamos, sentimos, nos comportamos e
interpretamos la realidad. La personalidad a través del tiempo. Estabilidad y
cambio En buena parte, la personalidad está determinada por los genes, que nos
proporcionan una gran variedad de predisposiciones. Pero el ambiente y las
experiencias de la vida (padres, sociedad, amistades, cultura, etc.) se ocupan
de moldear todas esas posibilidades en una dirección u otra. Por tanto, aunque
podamos cambiar nuestra forma de ser, lo hacemos en base a esas características
de personalidad con las que hemos venido al mundo. Generalmente, existe una
tendencia a comportarse a través del tiempo de una forma determinada, pero esto
no quiere decir que una persona se comporte de ese modo en todos los casos. Por
ejemplo, si decimos que una persona es introvertida, significa que lo es la
mayor parte del tiempo, pero no en todas las ocasiones. Los estados de ánimo
influyen también en el comportamiento, de modo que una persona puede variar en
función de sus cambios de humor. Sin embargo, y como veremos más adelante, esta
variabilidad es un indicio de buena salud psicológica (siempre que no sea
extrema), ya que indica la existencia de una personalidad flexible, capaz de
adaptarse a distintas situaciones.
La
personalidad sana: La personalidad psicológicamente sana
y equilibrada tiene las siguientes características:
Es flexible. Se trata de personas que
saben reaccionar ante las situaciones y ante los demás de diversas formas. Es
decir, poseen un repertorio amplio de conductas y utilizan una u otra para
adaptarse a las exigencias de la vida, en vez de comportarse de un modo rígido
e inflexible.
Lleva una vida más variada,
realizando diversas actividades, en vez de centrar su vida alrededor de un
mismo tema.
Es capaz de tolerar las situaciones
de presión y enfrentarse a ellas y no se viene abajo ante las dificultades y
contratiempos.
Su forma de verse a sí misma, al
mundo y a los demás se ajusta bastante a la realidad.
El autoconocimiento, la base de la
autoestima
El autoconocimiento es resultado de un el proceso
reflexivo mediante el cual la persona adquiere noción de su persona, de sus
cualidades y características.
El
autoconocimiento está basado en aprender a querernos y a conocernos a nosotros
mismos. Es el conocimiento propio; supone la madurez de conocer cualidades y
defectos y apoyarse en los primeros y luchar contra los segundos.
¿Por qué es importante lograr el
autoconocimiento?
Es
la tarea más importante que hay que realizar antes de emprender cualquier
actividad y antes de intentar conocer a las demás personas. En muchas ocasiones
las personas se preguntan ¿por qué habré dicho o hecho tal o cual cosa?
¿Quién
soy realmente: ¿lo que hago, lo que pienso o lo siento? En ocasiones llegan al
pensamiento ideas que asustan o avergüenzan y que no se desea compartir.
Todo
esto parece muy contradictorio. Sin embargo, todo esto es soy “yo”.
Es
bueno tratar de escuchar la voz interior y aceptar que hay muchos elementos que
agradan y otros que no. No se debe rechazar los elementos negativos, sino
analizarlos y tratar de mejorarlos. Cuando se avanza en el proceso del propio
conocimiento, se puede también lograr mayor respeto, control y estima.
El
autorrespeto. Algunas personas desean que los demás la respeten, que les “den”
su lugar, pero tal vez, sin darse cuenta, ellas mismas no creen que sean dignas
o merecedoras de ese respeto. El respeto por uno mismo se basa en el
conocimiento y aceptación de las propias limitaciones y posibilidades. Cuando
una persona conoce y comprende los motivos que lo llevan a actuar de una manera
determinada es capaz de respetarse y lograr el respeto de los demás.
El
autocontrol. El conocimiento y el autorrespeto conducen al propio control. Uno
mismo es capaz de controlar sus impulsos, de postergar ciertas acciones para
mejores ocasiones, es capaz de adaptarse a diferentes situaciones y lograr así
ser mejor persona. No se trata de dejarse llevar o hacer todo lo que los demás
dicen. Por ejemplo, una joven que sabe que al tomar bebidas alcohólicas en una
fiesta hace que ella hable de más, se ponga agresiva o llorona, que al día
siguiente le duela la cabeza, tenga problemas con sus padres, su novio o en el
colegio y luego se arrepienta, se sienta mal y, aun así toma, significa, que no
se autocontrola, que no tiene mucho respeto por sí misma. Cuando se consigue el
conocimiento, el respeto y control de uno mismo, con seguridad se obtiene una
sana autoestima o autoestima positiva. El autoconocimiento es el paso previo y
fundamental para lograr la autoestima, el autorrespeto y el autocontrol. No se
puede amar, respetar ni controlar lo que no se conoce. No puede haber, autoestima
sin autoconocimiento.
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